martes, 19 de julio de 2011

El realismo mistérico de Haruki MURAKAMI.



El realismo mistérico de los cuentos de MURAKAMI


Lo mistérico es aquello que se presenta como real aunque misterioso y que no se plantea o se pretende explicar. Las razones para esta negativa a explicar los detalles del comportamiento humano pueden ser variadas. Desde razones de defensa de la propia intimidad ante represalias de colectivos mayoritarios, o la protección de intereses personales, o la vivencia de pertenecer a una exclusiva forma de pensar o sentir, o simplemente la imposibilidad de explicar racionalmente esos datos relacionados con los seres humanos y su lógica del comportamiento.



Viene esto a colación al tratar de reflexionar - tras la lectura del libro de relatos Sauce ciego, mujer dormida del gran escritor japonés Haruki Murakami - sobre este extraordinario volumen de veinticuatro cuentos que ofrecen, condensadas y esencializadas, las mejores cualidades del escritor japonés, y son una muestra inmejorable de su dominio de la ligereza y, al mismo tiempo, de la gravedad de las situaciones y actitudes de sus protagonistas. Basta un detalle nimio o un golpe de azar para que algunos de los protagonistas de estas historias queden sumidos en una misteriosa melancolía, como si adivinaran en un gesto imprevisto el lado oscuro, misterioso, inexplicable o, tal vez, mágico, que esconden los comportamientos cotidianos. Porque no son cuentos naturalistas o realistas, ni simbólicos, ni propiamente oníricos o surrealistas, ni tampoco psicológicos o de crítica social, aunque no dejan de tener algo de todos esos aspectos que pueden contener los relatos de algunos de los otros grandes escritores contemporáneos que hemos podido leer (pienso en Kundera, en Cheever o en Carver, en Quim Monzó o, incluso, en Vicente Verdú).


El secretismo y exclusivismo de algunos de estas actitudes y comportamientos de los protagonistas de estos relatos de Murakami conllevan a una serie de situaciones y consecuencias que, teniendo su lógica interna y psicológica (de lo subconsciente), no dejan de parecernos extrañas y misteriosas (mistéricas) a los lectores de estas historias y, nos dejan un halo de trascendencia, de meta-lógica (de lo sobre-consciente) que nos pueden llevar a definir como “realismo mistérico” el estilo de este gran cuentista japonés. Y es ahí donde radica su inolvidable personalidad literaria que nos hechiza y subyuga.

domingo, 17 de julio de 2011

Cine Olvidado: LA INVITACIÓN, de Claude Goretta.



Al respecto de dos películas francesas recientemente estrenadas, la estupenda Pequeñas mentiras sin importancia de Guillaume Canet y la más discreta, aunque también magnífica, Cena de amigos de Daniéle Thompson, he recordado una extraordinaria película que creo vi con mis padres en su estreno en el desaparecido Cine Palace de Madrid y que nos causó a los tres un gran impacto. Se trata de La invitación del suizo Claude Goretta.



El argumento es sencillo pero enjundioso: Después de la muerte de su madre, Rémy, un empleado de seguros de mediana edad, gris y algo huraño y al que sólo le interesa la botánica (extraordinario en este papel Jean Luc Bideau), hereda una pequeña casita de campo rodeada por un jardín. La venta de esta casa lo convierte en una persona rica y decide comprar una casa más grande. Tras unos meses de descanso, celebra una fiesta al aire libre en su nuevo hogar y decide invitar a todos sus colegas de la oficina. Ayudados por el alcohol, los invitados pierden gradualmente todas sus inhibiciones a que su cargo profesional les obliga y revelan rasgos de su personalidad y sus frustraciones que siempre han mantenido ocultos. Finalmente la invitación degenera y acaba, tras un streaptease de una joven cursillista en periodo de prácticas, en pelea y cierta degradación moral.


A partir de un argumento muy desarrollado en cine y literatura (el del grupo encerrado en un marco espacio-temporal), Claude Goretta elabora un magistral discurso sobre la sociedad suiza y las venas sociológicas que corren bajo su piel (competitividad, envidias, recelos, represión, frustraciones,…). El resultado es una obra maestra, de fría racionalidad inteligente y de lento pero degustable discurrir para el “paladar de la mirada”, plagada de momentos de especial interés (centrados, especialmente, en la sugerente y ambigua figura del mayordomo de la fiesta, verdadero catalizador de las reacciones del grupo de invitados), invitados movidos por un magistral ejercicio de cámara del director, aparentemente aséptico y distante, pero certero y preciso en su radiografía psicológica.

viernes, 15 de julio de 2011

'CUANDO UN HOMBRE VUELVE A CASA', mágico-realista regreso del hijo pródigo.



Los grandes directores de cine son los que saben reflejar con un estilo y una estética personales las relaciones y los sentimientos humanos de carácter universal (el amor y la pulsión sexual, los celos, la infidelidad, las relaciones paterno-filiales, la nostalgia de nuestras raíces…), que todos experimentamos o experimentaremos alguna vez en nuestra vida, y expresadas de un modo realista y, al mismo tiempo, mágico, dualidad que es el secreto del arte. Y ése es el caso del gran director danés Thomas Vinterberg y de su última y extraordinaria película recién estrenada, 'Cuando un hombre vuelve a casa'.

En ella nos narra como una pequeña ciudad de provincias se prepara para la llegada del hijo predilecto, un famoso cantante de ópera Hans Christian Schmidt (Thomas Bo Larsen), con su mujer y toda su “troupe” de acompañantes”, cantante que ha estado mucho tiempo ausente y que vuelve a la pequeña ciudad que le vio nacer. La importante visita revolucionará la vida de todos sus habitantes, especialmente la de Sebastian (Oliver Möller Knauer), un ayudante de cocina que en ese momento se encuentra en una crisis amorosa.

Cuando un hombre vuelve a casa es el intento de regreso al punto de partida de la carrera de Thomas Vinterberg: olvidar la trascendencia (y la pedantería) de los experimentos de Lars von Trier y del post- Dogma, para abrazar de nuevo la sencillez expositiva, aunque expresiva, que caracterizaban formalmente al movimiento Dogma en sus orígenes. Aunque el núcleo del relato se asiente en una estructura cercana al folletín, la forma de filmar, procedente precisamente del estilo Dogma, con la cámara al hombro, acaba consiguiendo crear un producto personal que nos habla de la eterna preocupación en la filmografía de este director: la familia como catalizador para integrar (o desintegrar) al individuo y convertirlo, según las circunstancias, en un alma cándida y buena o en una escoria o piltrafa humana. El encanto de Cuando un hombre vuelve a casa es el contraste entre lo completamente puro, juvenil e inocente, representado por el encantador Sebastian, y el "polanskiniano" cantante de ópera, Hans Christian Schmidt , ser humano corrupto, vividor y en el fondo, fracasado, pese a su fama.

Esta comedia dramática está contada con un estilo mágico-realista, muy luminoso y vital, y con elementos simbólicos (la gran piel del oso cazado, las campanas de la torre de la iglesia, las alfombras que sacude la sensual María (estupenda interpretación de Ronja Mannov Olesen)) e impregnándola de mucho humanismo, con momentos de cierta tensión dramática pero salpicados de personajes cargados de humor como el cocinero-jefe (breve pero muy divertido papel del gran actor sueco Shanti Roney) y su equipo, o el del organizador de la recepción al cantante que despide a todo el mundo, y narrada con mucha poesía y con un tono final optimista y reconciliador. Una obra de arte.