MADRES E HIJAS, una gran historia sentimental que no emociona.
Rodrigo García nos ofrece en Madres e Hijas un personal film con un estilo realista y naturalista de fría sentimentalidad.
Annette Bening intepreta a Karen, una mujer que tuvo una niña a los 14 años y que la dio en adopción, desde entonces no ha tenido noticias de ella y no sabe quién es su hija ni qué hace en el mundo, y ese no saber la atormenta día y noche. La única luz en la vida de Karen es el fisioterapeuta Paco (Jimmy Smits), un hombre bueno y dispuesto a amarla sin importarle el pasado.
Naomi Watts interpreta a Elizabeth, la hija de Karen, esa niña que fue abandonada y que nunca supo quién es su madre, y que ahora es una mujer decidida que trabaja en una firma de abogados dirigida por Paul (Samuel L. Jackson), un hombre mayor que ella, con quien tiene un amorío, como tantos en su vida, salvo que esta vez la propia Elizabeth queda embarazada.
Por otra parte Lucy (Kerry Washington) es una joven que quiere ser madre a toda costa, como muchas mujeres para las que la maternidad es el verdadero objetivo y el centro de su vida, pero que no logra quedar embarazada.
La fatalidad separa y une las vidas de estas mujeres mientras ellas tratan se superar los traumas del pasado: la una, el síndrome del abandono materno, la otra, el síndrome de rechazo de un hijo y la última, la incapacidad de procrear y el infierno burocrático y emocional de la adopción. Las tres historias confluyen en un mismo cruce de caminos en un frío sentimentalismo ciertamente intencionado. García sujeta las riendas con pulso firme durante casi toda la proyección, mientras Anette Benning y Naomi Watts se mueven coherentemente en el filo del abismo, dañando sin miramientos, de pura amargura, a quienes les rodean.
¿Cómo es posible que una película que tiene todos los ingredientes para ser una gran película (soberbias interpretaciones, extraordinaria fotografía, buena música, interesante y sentimental historia) no emocione? Algo parecido a un plato que a pesar de tener los mejores ingredientes no acabe de deleitarnos o un equipo de fútbol con extraordinarios jugadores pero que no practique un armónico y buen fútbol. Pese a su personal estilo (de un frío realismo), Rodrigo García no consigue emocionarnos ni sentimental ni artísticamente. Una persona tan llorica y sentimental como yo, no soltó ni una sola lágrima durante su proyección.
No se pueden negar las grandes virtudes de este film (pese a incongruencias y errores en algunas situaciones del guión y el fallido y cursi final), pero el fracaso del film radica en mi opinión tal vez porque es una historia que encierra una gran carga sentimental y se quiere ofrecer al espectador de una manera cruda, fría y sin caer en el necesario sentimentalismo.
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