jueves, 20 de octubre de 2011
CITA EN BRAY o la fascinación por un cineasta sublime: André DELVAUX.
"CITA EN BRAY" de André Delvaux.
Una vez que vi esta película, hace ya cuarenta años, creo recordar que en el cine Palace de Madrid, a veces me parece –pese a no haber vuelto a verla- estar viéndola de nuevo, viviéndola a menudo: tal es su fascinación o la que a mí me produjo.
Apenas hora y media bastan para contar una historia que parece compleja por su interdimensionalidad evocadora y simbólica, pero que es más sencilla que la vida consciente: Durante la I Guerra Mundial, Julien (Mathieu Carriere), un joven pianista luxemburgués es invitado a pasar dos días en una mansión campestre en La Fougeraie, una villa en los suburbios de París. El amigo al que espera, Jacques de Nouil (Roger van Hool, oficial de aviación en la guerra, no aparece en la cita, pero le recibe en cambio la hermosa y misteriosa Elle (Anna Karina), el ama de La Fougeraie y le ocurren toda una serie de extrañas aventuras eróticas.. La espera le hace pasar la tarde recordando algunas vivencias del pasado compartidas con su amigo solo o en compañía de la amiga de Jacques, Odile (Bulle Ogier), bonita aunque algo vulgar, a la que también se la llevó el viento… En la película, la amistad entre Jacques y Julien se ve completada con el añadido del personaje de Odile, que hace de catalizador entre ambos, una mujer opuesta a la que Julien encontrará en La Fougeraie. La primera es una mujer simple, como el propio Julien e incluso un poco vulgar. Elle, la mujer que Julien encuentra en la villa en vez de a su amigo, es más cercana al carácter y a las costumbres de Jacques, con la que Julien tendrá una experiencia psíquica pura. Su encuentro por una jornada es una ceremonia mística de redención (aunque revestida en la película con toques eróticos, sin duda una metáfora de las cosas descuidadas o no dichas). En palabras de Delvaux: “Cest comme cela que le film s´est costruit: deux femmes, deux hommes, deux formes d´amour.
La música sería aparentemente el elemento principal de la película, y desde luego, su fondo, música casi siempre diégetica, es decir, que suena en la realidad de la película. También para Delvaux este es un film musical. Y la película parece más hecha de formas musicales (estructuras) que de formas narrativas. Por otra parte, no se trata de una narración que incluye partes oníricas a partir tiempo pasado, sino que el visionado de esta puede producir el efecto de un sueño. De nuevo en palabras de director, la película: “es una historia de amor y una historia de amistad que se puede seguir hasta el final sin plantearse otras cuestiones si no se quiere plantearlas.”
Delvaux elige una historia reductiva y de tintes intimistas. Así, en su puesta en escena, puede concentrar sus esfuerzos y enseñar sus armas: Dirección de actores que exaspera hasta en el movimiento de un dedo, belleza y verdad en los decorados, perfección técnica en la ejecución del cuadro visual… etc. Delvaux opta por largos planos de movimientos fluidos; una fotografía atmosférica, casi fantasmal, atenta a la creación de los ambientes enrarecidos, a partir del diseño de producción, a partir del detalle a todo lo sensorial (la música, la comida de escena, incluso el tacto de las telas), según una obsesión cinematográfica de raíz escandinava (pensemos en Bergman o en Dreyer).Es la partitura, no el guión, la que organiza estructuralmente el metraje. Música y cine parecen fundirse en una nueva entidad expresiva.Y es que, entrando en detalles en cuanto a la cuestión narrativa, el film se organiza musicalmente siguiendo un motivo principal (presente) alternándose con constantes flashbacks en compás como líneas secundarias que se insertan periódicas en el ritmo. De esa forma, tenemos acceso a una serie de remembranzas en primera persona que surgen con la inconsistencia de los recuerdos a partir de las acciones, los colores, suponemos que los olores, etc. Recuerdos del protagonista que quiebran la linealidad temporal del metraje insertándose sincopados.
Aunque se resista a la concreción de una sinopsis o un resumen, porque es un espectro confidente de pasados y simbólicas intenciones, he ahí una aproximada explicación argumental:
Trata, ya lo dice el título, de una cita que no llega. De un personaje invitado a una casa de campo esperando al amigo propietario. Del pasado que se vierte en fogonazos de imágenes de felicidad y amistad en esa espera. De la relación entre los dos sujetos, su amistad y su rivalidad: una mujer entre ellos.Trata de Elle, en última instancia, la criada. No sabemos nada de esa mujer. Aparición entallada de candil pálido y melena azabache; aparición joven que deambula por la mansión y sirve la cena. Pero está ahí por algo, debemos pensar. Joven y bella. Repleta de evasivas que no explican la ausencia.Y el pasado interpreta, de nuevo, el misterio del presente. Igual que la música pretende modular el tiempo y el espacio. Un amigo, una cita: nos dice el ahora. Una ausencia inexplicable, una espera y una noche. Y una criada solícita. Y luego, cuando los periódicos insinúan la verdad de esa cita fracasada, un regreso a Bray.
Lo sublime es lo que fascina en este film:
Cita en Bray es una película fascinante aunque sólo sea para el espectador que vea la belleza y la idoneidad de las cosas mágicas, que es ya bastante. Y ha quedado como uno de los hitos mágicos del cine de todos los tiempos que, cuando se contempla, se ama como todo lo sublime: una película que permanece para siempre tras su mágica visión evocadora.
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