Javier PÉREZ-CASTILLA
El gran poeta y amigo Javier Pérez-Castilla sigue la lección dorsiana en sus poemas de elevar desenfadada, irónica
y a veces crudamente la "Anécdota a Categoría", de escribir poemas que son -como él mismo escribe- "Fogonazos dispersos de una película sin título".
Como el magnífico que incluyo aquí titulado precisamente "Anécdota".
ANÉCDOTA
LO peor de las olas, como los recuerdos, es que siempre chocan contra los mismos arrecifes.
Esto sería un buen argumento para un poema, acaso para una novela,
si no fuese tan dramáticamente cierto.
AHORA, por evocar algo, vuelven a golpear en mi cabeza
las imágenes de aquel verano en La Borgoña.
Hace menos años de los que tú crees, llevabas un bañador naranja
y tomabas el sol con un libro de Catulo bajo el brazo.
Estaban contigo varios amigos, desfigurados ya sus rostros por el olvido.
Alquilasteis un barquito (bueno, en verdad, no era tan pequeño)
que avanzaba por el Loira, partiendo en dos mitades la epidermis del río.
Tú tomabas el sol, solo, en la cubierta. El barco atravesó una esclusa.
Amarraron.
LUEGO llegó el "bateau" de ellas. Eran alemanas, o al menos eso parecían. Dos mujeres maduras y dos jóvenes. Todas con los pechos descubiertos.
Y es curioso la nitidez con que recuerdo esta imagen.
Hay que ver con qué pasiva intensidad aparece hoy ante mí
la vieja estampa: Cuatro mujeres, pechos descubiertos y miradas ambiguas.
ACASO escribir tan sólo sea eso: Fogonazos dispersos de una película sin título.
(En el poemario "LOS AZOTES CARNALES" . Ed. Libertarias/Prodhufi, 1993, pp. 42-43.)
y tomabas el sol con un libro de Catulo bajo el brazo.
Estaban contigo varios amigos, desfigurados ya sus rostros por el olvido.
Alquilasteis un barquito (bueno, en verdad, no era tan pequeño)
que avanzaba por el Loira, partiendo en dos mitades la epidermis del río.
Tú tomabas el sol, solo, en la cubierta. El barco atravesó una esclusa.
Amarraron.
LUEGO llegó el "bateau" de ellas. Eran alemanas, o al menos eso parecían. Dos mujeres maduras y dos jóvenes. Todas con los pechos descubiertos.
Y es curioso la nitidez con que recuerdo esta imagen.
Hay que ver con qué pasiva intensidad aparece hoy ante mí
la vieja estampa: Cuatro mujeres, pechos descubiertos y miradas ambiguas.
ACASO escribir tan sólo sea eso: Fogonazos dispersos de una película sin título.
(En el poemario "LOS AZOTES CARNALES" . Ed. Libertarias/Prodhufi, 1993, pp. 42-43.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario