En “Les herbes
folles” (Las malas hierbas o Las hierbas salvajes) el veteranísimo cineasta Alain RESNAIS nos habla de vida y cine, utilizando ambos
lenguajes indisolublemente: la rutina de la vida puede provocar y convulsionar
la manera de verla, y, en su caso, de rodarla. También puede ser el motivo por
el que el cineasta realice una adaptación literaria (L’incident de Christian
Gailly) como mirada cinematográfica mediante un juego de interrogantes e incertidumbre en lo cotidiano.
Una serie de “catastróficas
desdichas”: un robo de un bolso, filmado como si fuera el vuelo de un avión,
suspendido en el aire, o el encuentro con esa billetera por parte de un sesentón:
un romántico y surreal thriller. Pero la cotidianidad transgredida empapa una
serie de encuentros y desencuentros de unos personajes atrapados en un destino
que desconocen: son meras hierbas (hierbas locas y salvajes) que crecen en el duro asfalto y con el futuro
incierto del vivir cotidiano.
Un hombre, Georges Palet (André Dussolier), sesentón, aunque casado, un solitario obsesivo del amor. Tres mujeres: Una pelirroja mujer, Marguerite Muir (Sabine Azema), también sesentona, dentista y aviadora (el amor loco que no se resigna a ser platónico). Una esposa guapa y mucho más joven, Suzanne (Anne Consigny), abnegada y comprensiva (el matrimonio). Una amiga fiel Josépha (Emmanuelle Devos), también dentista, sensual y deseada (el amor erótico). Una cartera roja. Un comprensivo policía (Mathieu Amalric). Las avionetas. El cinema. El teléfono. Las hierbas, las hierbas locas. El amor fou para matar la soledad y el aburrimiento burgués. Oh, la, la… Los comportamientos parecen absurdos, ilógicos, pero son mucho más reales de lo que parece. Muchas veces el ser humano no actúa ló-gi-ca-men-te sino
psico-lógicamente.
incierto del vivir cotidiano.
Un hombre, Georges Palet (André Dussolier), sesentón, aunque casado, un solitario obsesivo del amor. Tres mujeres: Una pelirroja mujer, Marguerite Muir (Sabine Azema), también sesentona, dentista y aviadora (el amor loco que no se resigna a ser platónico). Una esposa guapa y mucho más joven, Suzanne (Anne Consigny), abnegada y comprensiva (el matrimonio). Una amiga fiel Josépha (Emmanuelle Devos), también dentista, sensual y deseada (el amor erótico). Una cartera roja. Un comprensivo policía (Mathieu Amalric). Las avionetas. El cinema. El teléfono. Las hierbas, las hierbas locas. El amor fou para matar la soledad y el aburrimiento burgués. Oh, la, la… Los comportamientos parecen absurdos, ilógicos, pero son mucho más reales de lo que parece. Muchas veces el ser humano no actúa ló-gi-ca-men-te sino
psico-lógicamente.
Qué placer visual
es el cine: las piernas de los transeúntes que andan por el asfalto, un zapato
que encaja en un delicado pie femenino, un bolso que vuela por los aires, la
brocha de límpido color azul que se desliza por la fachada de la casa, la
cremallera de una bragueta que no cierra, los malabarismos de una avioneta en
el cielo… Una nueva (al tiempo que antigua o vieja) manera de contar del viejo
Resnais. ¿Una vieja manera? O sea: un clásico. Vive le cinema français. Sírvame
un poquito más de cine francés (Renoir (“Boudu salvado de las aguas”), Godard (“Al
final de la escapada”), Truffaut (“Besos robados”), Tati (“Play Time”), Rohmer
(“Le genou de Claire”) y... ahora, este Resnais. Muy rico todo. Merçi beaucoup.
Chef d’oeuvre.
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