Basada en una obra teatral El chico de la última fila del
genial autor y director teatral español Juan
Mayorga, la película En la casa, de François Ozon, se convierte en toda una reflexión sobre el
lenguaje cinematográfico y sus poderes. Escapando por completo de cualquier
estructura teatral, y utilizando su narración en off, para hacerla desaparecer
paulatinamente una vez el espectador está completamente sumergido en la película
y fusionando de este modo su relato con la realidad, lo novedoso de este film
es que no ilustra un texto literario sino, al revés, es la
película y su filmación la que nos transmite el texto literario, el proceso del
escritor cuando escribe y la conversión de realidad a ficción por el propio
deseo del creador literario.
En la Casa
nos habla de Germain, un profesor de literatura y frustrado escritor que se
encuentra bastante harto ante el inexistente interés de aprendizaje de la
Literatura de sus alumnos. Revisando trabajos, pronto encontrará un texto que
le fascinará, en el que Claude, un alumno, le narra la visita a la casa
burguesa de un compañero de instituto, relato que termina con un “Continuará”. Este relato llevará a
Germain a un acercamiento hacia el alumno, mientras que el profesor tratará de
enseñarle literatura, el alumno le seguirá contando una historia, que si bien, no
tiene nada de peculiar, si tiene cierto componente morboso y voyeurista que
acabará convirtiéndolo en una completa obsesión. Germain tiene entre manos una
historia que al principio se cree que puede guiar, adopta a Claude como su
pupilo, ve en él más que a un hijo (sobre todo a un “hijo literario”), a
alguien que puede ser capaz de convertirse en algo que él no fue capaz de
hacer. Intentará manejar los hilos de la historia, pero pronto se verá
sumergido en ella de una forma personal hasta convertirse el juego en algo
peligroso: no sólo Claude se le irá de las manos sino todo el asunto completo.
Lo que empieza siendo una pequeña y divertida sátira sobre el mundo burgués, va virando poco a poco y de manera casi hitchcockiana en un thriller dónde el espectador siempre quiere saber qué ocurrirá a continuación, una intriga continua que se incrementa con la espectacular banda sonora de Phillipe Rombi. Pero al contrario de lo que pasará en La Ventana Indiscreta (película a la que Ozon lanza un guiño en su plano final), aquí no sucede ningún acontecimiento que esclarecer. Lo único que nos mueve es el ansía por saber qué ocurre, por entrar en una casa ajena y conocer el comportamiento de esa familia, de los Rapha. El personaje de Claude, busca así salir de su rutina, la que se anuncia al principio que poco tiene que ver con el mundo en el que acaba de entrar. Pero lo que empieza como un simple acto de observación le lleva a una implicación incapaz de controlar, de repente se convierte en el protagonista de la historia que está contando, se da cuenta del poder que ejerce en los demás, un poder sensual que le hace deseable por todos los que le rodean. Algo que tratará de utilizar a su favor para intentar perversamente desestabilizar a esa familia.
Lo que empieza siendo una pequeña y divertida sátira sobre el mundo burgués, va virando poco a poco y de manera casi hitchcockiana en un thriller dónde el espectador siempre quiere saber qué ocurrirá a continuación, una intriga continua que se incrementa con la espectacular banda sonora de Phillipe Rombi. Pero al contrario de lo que pasará en La Ventana Indiscreta (película a la que Ozon lanza un guiño en su plano final), aquí no sucede ningún acontecimiento que esclarecer. Lo único que nos mueve es el ansía por saber qué ocurre, por entrar en una casa ajena y conocer el comportamiento de esa familia, de los Rapha. El personaje de Claude, busca así salir de su rutina, la que se anuncia al principio que poco tiene que ver con el mundo en el que acaba de entrar. Pero lo que empieza como un simple acto de observación le lleva a una implicación incapaz de controlar, de repente se convierte en el protagonista de la historia que está contando, se da cuenta del poder que ejerce en los demás, un poder sensual que le hace deseable por todos los que le rodean. Algo que tratará de utilizar a su favor para intentar perversamente desestabilizar a esa familia.
Ozon juega con el espectador y nos hace asistir hipnotizados al
relato que nos están contando, al igual que ese profesor y su mujer que leen todos
los días lo que cuenta Claude, a una historia de la que siempre estamos deseosos
de conocer como sigue, apoyada en la estupenda banda sonora de Philippe Rombi
que siempre deja con ansias de querer continuar el relato. Ozon difumina por
completo la línea entre ficción y realidad: lo real, lo que pasa, ¿es lo que el espectador contempla o lo que de
verdad quiere creer? Como sucede en la escena del ahorcamiento de Rapha, el
hijo único de la familia y compañero de clase de Claude, en la que el profesor Germain
se asusta pensando que ha sucedido de verdad porque el chico no ha ido a clase y
es sólo que no ha ido a clase a causa de la gripe. La decadencia llega
finalmente por dos lados, por el de ese joven que tiene un poder destructor de
manera inesperada, y por las ansias del hombre que, por el amor que tiene a la
Literatura y a la ficción, siente fascinación por conocer historias, por
inmiscuirse en ellas. El voyeurismo nos puede llevar a la obsesión: en la
civilización que vivimos ya no basta con mirar por la ventana sino que deseamos
entrar en la casa. Y como en la escena final, de los dos protagonistas,
profesor Germain y alumno Claude, sentados en un banco mirando las ventanas, entrar
ficticiamente en todas las casas, en todos las ventanas de los pisos: penetrar
en ellas para saber inventar sobre esas historias reales o más bien intentar
hacer realidad lo que el escritor inventa. Lo novedoso de esta película es que
nos enseña con lenguaje puramente cinematográfico “cine-cine” el proceso de
cómo se enseña a hacer literatura y el amor a la Literatura (con mayúsculas):
ese amor por el que el profesor Germain es capaz de perder su trabajo y a su
esposa pero renovar junto a su alumno el placer de imaginar historias y de contarlas,
propio del oficio de escritor. Gran Pelicula.
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