martes, 1 de diciembre de 2009








Inma Shara

o

la teatral

espectacularidad

de una

directora de orquesta

(Reflexiones de un gran Concierto)

El sábado pasado, 28 de noviembre de 2009, asistí en el Teatro Monumental de Madrid a un espectacular concierto de Bandas sonoras de grandes películas, interpretado por la Orquesta Filarmonía y dirigido por la brillante y extraordinaria directora y compositora española Inma Shara. Dejando aparte la extraordinaria interpretación de las músicas de autores como John Barry, Ennio Morricone, John Williams, Michel Legrand o Nino Rota, entre otros, y el acierto de este tipo de conciertos (yo sostengo que los músicos de bandas sonoras son los de mayor interés musical en la actualidad y los que más quedarán en un futuro en la historia de la música de hoy) hay que destacar y hacer mención aparte la magistral y teatral dirección de Inma Shara. No sólo la emotividad y el juvenil entusiasmo que pone en sus gestos y en las expresivos y finos dedos de sus manos que dirigen a los músicos, sino en la teatralidad que marca todos sus gestos, remarcando los sonidos, inclinándose al músico solista correspondiente en aquel momento –incluso hubo algún momento que se giró como si estuviera dirigiendo al público para hacerle partícipe de la música y de la interpretación-, para finalizar la pieza con un rápido y espectacular giro de media vuelta dirigiéndose hacia el público. Posteriormente, cuando empiezan los enfervorizados aplausos, arenga y anima a aplaudir más, levantando y agitando los brazos, saludando a los de platea y entresuelo o a los más cercanos y lejanos de uno y otro lado de las butacas, cogiendo flores del proscenio y arrojándolas al público, haciendo levantarse a sus músicos… Me encantó, me hechizó: nunca había visto dirigir así, y, sobre todo, dirigirse así al público.

Cuando yo era muy niño (dos o tres años), me subía a una banqueta de madera alta que teníamos y me ponía con un palo a dirigir a una orquesta imaginaria. A veces, también a lanzar discursos sin sentido en una lengua inventada). Quiero decir que mi sueño de niño hubiera sido ser director de orquesta… Mientras veía dirigir a la impresionante Inma Shara, pensé que, si Dios me hubiera concedido el don de la música, probablemente hubiera sido un director con semejantes características que la gran Inma.

Llevando más allá la reflexión que me ha generado la presencia de este concierto bajo la dirección de Inma Shara, he pensado –tal vez se me tache de tergiversar el espíritu y pureza de un concierto en que lo importante es la música- que va siendo hora tal vez de que los conciertos –aunque sean de música clásica- tengan algo de espectáculo teatral. Por ejemplo, que se ilumine a cada músico según va saliendo al escenario; que los músicos vistan de diferente manera según sea el instrumento que toquen; que haya un juego de luces para el/la solista pianista o violinista o para la directora de orquesta, o, en fin, que las luces sean acordes al tipo de música que se interprete. Desde luego serían más populares y exitosos aún y se garantizaría que nadie se dormiría, como ocurrió -excepcionalmente- en éste de la singular Inma Shara que nadie se pudo dormir.

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