La red social no es sólo la crónica de un hallazgo informático, sino una interesante película sobre un joven brillante que se convirtió en millonario poco después de cumplir los veinte. Pero también es un sombrío y áspero retrato psicológico de un niño que creó la mayor red social mundial sin saber prácticamente nada de relaciones humanas... La esperada radiografía de David Fincher de una de las mayores y más representativas ideas tecnológicas del momento es una idea que, por cierto, no surgió de la nada, sino de la frustración por una cita romántica que salió mal...
En La red social su director David Fincher vuelve a desplegar su saber fílmico y su técnica perfecta para contar la historia desde un punto de vista documental, de biopic, aplicando un montaje perfecto y calculado que le sirve para diseccionar una historia dotada de varias líneas temporales con una precisión de cirujano. No obstante, todo se dispone en realidad en torno a la elaboración de un retrato psicológico y de carácter, que además tiene como trasfondo atroz el retrato humano de las universidades de alto copete, mientras nos hace intuir las enormes posibilidades por explotar a la era de internet. Todo esto no es moco de pavo, pero Fincher y el guión de Aaron Sorkin quieren que La red social sea una película fría, sin emociones humanas y, en definitiva, una película algo cínica, aunque también bastante certera en su análisis de la vaciedad humana en los tiempos que corren.
La película desarrolla el proceso personal y creativo que culminó con la fundación de Facebook (inicialmente bautizado como theFacebook), un accidentado camino sembrado tanto de éxitos como de decepciones y ensombrecido por diversas demandas y acusaciones de robo de ideas.
Mark Zuckerberg (Jesse Eisenberg) es un estudiante de Harvard con mucho talento para la informática aunque poco hábil en las relaciones sociales. Una noche de octubre de 2003, tras un desengaño amoroso, Mark se sienta en su ordenador y hackea la base de datos del campus, programando una página web en la que sus compañeros acceden a fotos de chicas de la universidad y votan por las que "están más buenas". Este sitio, llamado Facemash, le reporta no pocos problemas (acusaciones de misoginia así como de violación de la privacidad y de derechos de autor) pero también le hace extremadamente popular, sentando además las bases de lo que después sería Facebook.
Otro personaje vital en la trama y en la historia real es Eduardo Saverin (Andrew Garfield), amigo de Zuckerberg y uno de los cofundadores de Facebook, que aportó el capital inicial necesario para que se iniciara el proyecto. Y además el personaje clave para el despegue de la empresa (y, por ende, para la evolución del personaje de Zuckerberg) es Sean Parker (Justin Timberlake), el que fuera cofundador de Napster. Presentado en el filme como un joven visionario, brillante, extrovertido (casi apabullante) y extremadamente práctico para los negocios, pero también ambicioso y manipulador, Parker sugiere el traslado a Palo Alto (dentro de Silicon Valley, California), donde Facebook pudiera codearse con las más grandes empresas tecnológicas.
En palabras de su guionista Aaron Sorkin, el protagonista "es fundamentalmente un pirata informático y los piratas son, por naturaleza, anarquistas"; por ello, "lo último que quiere hacer es asesinar a Facebook a través de convertirlo en un bien de consumo que genera dinero y que no sea anarquista. Esa es la historia de la película, el viaje desde pirata informático a director ejecutivo”.
Pero La red social constituye el relato de una traición a varios niveles, en tanto su personaje central es percibido como un joven arrogante y desleal: la humillación a la que somete a su ex novia o el tratamiento que dispensa a sus compañeros de Harvard o a sus amigos. A través de numerosos flashbacks, la película constituye una imagen caleidoscópica de lo que supone la deslealtad para sus protagonistas. En la creación de un proyecto (que luego se convierte en empresa) entran en colisión la ambición, la responsabilidad y los principios, generando como subproducto involuntario la traición, que adquiere connotaciones dispares para el que la comete y para el que la sufre.
La película de David Fincher plasma la dificultad de la comunicación. Así, el filme constituye una reflexión acerca de cómo nuevas tecnologías como internet y, especialmente, las redes sociales, han modificado las relaciones humanas. La posibilidad de reinventarse públicamente a uno mismo, el anonimato, la ausencia de privacidad, la facilidad con la que se establecen "amigos" pese a la lejanía y a la impersonalidad del trato, la creciente incomunicación en plena "era de la comunicación" y otras cuestiones más universales como la responsabilidad o el precio que hay que pagar por la ambición y el éxito constituyen el telón de fondo de la historia presentada de un modo objetivo, documental y carente de sentimentalismo.
Fría pero importante película de docuficción.
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