Sigue existiendo entre los escritores y artistas la búsqueda romántica y nostálgica de seguir los pasos de los grandes escritores y artistas que nos precedieron como si, de alguna manera, nos impregnásemos así de su inspiración artística.
Yo mismo he seguido, tal vez por razones familiares y sentimentales, los pasos de Eugenio d’Ors en su casa marinera de Vilanova i la Geltrú en la colina de San Cristóbal que besa el azul mediterráneo, impregnándome de sus olores marineros noucentistas.
Marta Moriarty sigue los pasos de Cézanne en su Aix en Provence natal: la luz es tan intensa que casi ciega sus ávidos ojos cezannianos, impregnados de los pequeños toques meticulosos, rectangulares, largamente calculados del maestro de Aix. Y Marta piensa en la frase que un día dijo el padre de la pintura moderna: “Un artista debe hacer su obra como un almendro hace sus flores o como un caracol fabrica su baba.” Y al penetrar ella en el estudio de pintor lo imagina vestido con su levita que no tardará en mancharse, con su sombrero en la cabeza que muchas veces no se quita ni para pintar dentro y un poco encorvado sobre el lienzo, con sus ojos pegados al punto del lienzo en que está pintando.
Berta Vías sigue los pasos de Albert Camus en Lourmarin: Berta camina despacio sobre un sendero de tierra empedrado escoltado de hileras de gravilla irregulares en busca de la casa de Albert Camus.
Camus se compró la casa en Lourmarin, una pequeña localidad de no más de 600 almas cercana a Aviñón. Lourmarin es un pueblo típico de la Provenza francesa, cuidado, construido en piedra duradera, tan elegante y apacible. Apenas hay edificios nuevos más que en las afueras del centro urbano, y aún así son discretos, acordes con la belleza del paisaje y la extensión montañosa delimitada por campos de lavanda coloridos y rectangulares. En el último año Camus pasó largas temporadas en esa región cuyo paisaje le recordaba al de su Argelia natal. Los vecinos del pueblo lo recordaban como un hombre amable y accesible, que hacía largas caminatas por el campo y que patrocinaba al equipo de fútbol del pueblo.
Yo mismo he seguido, tal vez por razones familiares y sentimentales, los pasos de Eugenio d’Ors en su casa marinera de Vilanova i la Geltrú en la colina de San Cristóbal que besa el azul mediterráneo, impregnándome de sus olores marineros noucentistas.
Marta Moriarty sigue los pasos de Cézanne en su Aix en Provence natal: la luz es tan intensa que casi ciega sus ávidos ojos cezannianos, impregnados de los pequeños toques meticulosos, rectangulares, largamente calculados del maestro de Aix. Y Marta piensa en la frase que un día dijo el padre de la pintura moderna: “Un artista debe hacer su obra como un almendro hace sus flores o como un caracol fabrica su baba.” Y al penetrar ella en el estudio de pintor lo imagina vestido con su levita que no tardará en mancharse, con su sombrero en la cabeza que muchas veces no se quita ni para pintar dentro y un poco encorvado sobre el lienzo, con sus ojos pegados al punto del lienzo en que está pintando.
Berta Vías sigue los pasos de Albert Camus en Lourmarin: Berta camina despacio sobre un sendero de tierra empedrado escoltado de hileras de gravilla irregulares en busca de la casa de Albert Camus.
Camus se compró la casa en Lourmarin, una pequeña localidad de no más de 600 almas cercana a Aviñón. Lourmarin es un pueblo típico de la Provenza francesa, cuidado, construido en piedra duradera, tan elegante y apacible. Apenas hay edificios nuevos más que en las afueras del centro urbano, y aún así son discretos, acordes con la belleza del paisaje y la extensión montañosa delimitada por campos de lavanda coloridos y rectangulares. En el último año Camus pasó largas temporadas en esa región cuyo paisaje le recordaba al de su Argelia natal. Los vecinos del pueblo lo recordaban como un hombre amable y accesible, que hacía largas caminatas por el campo y que patrocinaba al equipo de fútbol del pueblo.
Me gusta mucho este camino.
ResponderEliminarPor mi parte, se me había ocurrido, primero visitar Niza, en homenaje a los exiliados románticos rusos, los Hertzen, y después ir hasta al Recanati de Leopardi.
María Antonia