domingo, 15 de enero de 2012
Reflexiones tras la tertulia literaria sobre "El Relato Contemporáneo"en torno a “En cualquier lugar donde parezca que esto pueda hallarse”.
El gato, la lluvia y MURAKAMI.
A propósito de un texto de Daniel TUBAU sobre Novela vulgar y Novela compleja:
Se podría decir que lo que diferencia a una novela vulgar de una novela ambiciosa o compleja literariamente hablando no es lo que puede parecer a primera vista por su denominación como “novela vulgar” o “barata”. No es cuestión de contenido; es decir, no es que lo que se dice en una novela vulgar no pueda ser tan interesante como lo que se dice en una novela más compleja. En muchos casos seguro que es más interesante, ya que el que una novela sea compleja no implica necesariamente que también sea más interesante que la vulgar. Pero la característica importante de este tipo de novelas, de las novelas, simples, sencillas o vulgares, entre las que se incluyen casi todos los bestsellers, es que las cosas se dicen sólo de una manera.
No es que la interpretación no pueda interesarnos (en la mayoría de las ocasiones claro que nos interesa y es lo que hace que se vendan mucho), es que sólo hay una interpretación. Al leer esas novelas sabemos perfectamente qué es lo que el autor ha querido decirnos, no nos quedan dudas: quiere decirnos esto, y nosotros lo entendemos. Así que, como lo entendemos, no necesitamos detenernos y seguimos leyendo. Esto es lo que hace que sean tan amenas y atractivas para todo el mundo: nunca nos detenemos, siempre seguimos adelante porque todo lo entendemos.
Hay novelas que resultan difíciles para el lector vulgar, ¿qué quiero decir con “vulgar”? Pues simplemente el que no quiere detenerse ni esforzarse, ni preguntarse qué ha querido decir el autor (o qué está diciendo esta frase, incluso aunque el autor no lo haya querido decir de manera consciente). En las novelas difíciles no hay una sola interpretación, sino varias. Como dijo Edmund Wilson acerca de las múltiples interpretaciones del Ulysses de Joyce, estas novelas se parecen a la física cuántica y al principio de indeterminación de Heisenberg: cada vez que se leen se encuentra algo distinto porque el observador, el lector, modifica lo observado.
Las reflexiones anteriores, aunque parecen contener una cierta connotación quizá no despreciativa pero sí depreciativa hacia la novela vulgar, y eso es algo que sería quizá hipócrita negar, sin embargo no implican un juicio negativo por sí mismo: puede darse el caso de que una novela simple sea capaz de trasmitir una belleza cierta, una belleza superior a la de una novela compleja. De eso no me cabe ninguna duda, y mi intención es investigar ese asunto en el futuro y buscar la belleza de las grandes novelas vulgares. Pero ahora pensemos en una novela que me viene a la cabeza, Papillon (1969), de Henri Charrière. Nos gusta mucho esta novela. Nos parece extraordinaria. Pero probablemente cuando volvamos a leerla, nos volverá a gustar, pero sospecho también que no encontraremos nada demasiado nuevo en ella, a no ser que ello se deba a nuestra torpeza de lectores o, simplemente, a tenerla olvidada. Sin embargo, sé que si leo de nuevo un pasaje de Madame Bovary de Flaubert, de Rojo y Negro de Stenhal, de Ana Karenina de Tolstoi , de La insoportable levedad del ser de Kundera, de Bomarzo de Mujica Laínez o de El hombre sin atributos de Robert Musil, encontraré algo nuevo y que ello no se deberá a mi precedente torpeza. Aunque haya llevado a cabo una excelente y atinada primera lectura de esos libros, en la segunda me espera inevitablemente algo nuevo. Lo que hace que estas novelas sean geniales e imperdurables es que tienen múltiples interpretaciones, múltiples relecturas y en cualquier tiempo y época: es decir que son universales y eternas.
Y eso es lo que sucede también con los relatos complejos y en este caso con el relato que comentamos ayer “En cualquier lugar donde parezca que esto pueda hallarse” de Murakami: que es un relato complejo que tiene múltiples lecturas y relecturas e interpretaciones; algunas incluso opuestas entre sí, y que en cada relectura descubriremos algo diferente que nos hace pensar sobre el relato pero también sobre la vida en general, sobre la literatura e incluso sobre nuestra propia existencia. Y que el gato de la literatura siempre nos acompaña.
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