miércoles, 16 de junio de 2010

PARADA EN SECO. (Relato), 2010.


PARADA EN SECO



Viajo en tren con el espíritu muy decaído. Estoy rodeado de gritos e insoportables parloteos. No es sólo porque mire a través del cristal de mis ojos al pasar por un túnel por lo que veo oscuridad.

Vienen fríos revisores pidiendo billetes de tren, ahora. Hay cotilleos interminables, figuras borrosas que emergen en cada estación y gestos aburridos y ajenos que ven pasar nuestro tren.

De pronto aparece ella. Entra en mi compartimento y se sienta frente a mí. La miro, ella lo hace breve, impasiblemente y no parece inmutarse. No puedo dejar de mirarla pero no me atrevo a hablar con ella. No olvido las pocas veces en las que he sentido que alguien va a ser importante en mi vida, es como una vibración, un cambio en mi conexión con el mundo y una atracción. Y esta es una de ellas; estoy seguro. Parece como si algo le llamara la atención en mí…
Pero ella no parece saber lo que es, ni se lo pregunta, se limita a hacer lo que siente, que es mirarme pero con cierta indiferencia. Lo último que quiero hacer yo es mirarla, pero entonces hago justo eso, y chocan nuestras miradas. Hay redes de miradas que sostienen el mundo. Encuentros azarosos, pero inexplicables: la vida no puede ser de otra manera.

Me miro en un espejito que hay en el compartimento. Mi pelo ya cano y mi barba mal afeitada no afean mi imagen. Ahora parece que quiera devorarme con los ojos, y atravesarme, interrogante, con la mirada. No puedo salir de mi escondite, no. El vagón se mueve velozmente por túneles negros; sólo ella es la luz…

El tren se para. Ella se despierta. Mira por la ventanilla unos instantes como si buscara algo, se levanta y sale del vagón, dejando tras de mí las puertas cerradas. Yo, permanezco unos segundos inmóvil hasta que me lanzo contra la ventana, aprieto las manos contra el cristal, no puedo contener las lágrimas. Unos segundos solo, pero ella, que ya se ha bajado, se aleja despacio por la estación... Ahora se vuelve por última vez, como para confirmar que yo estaba allí… Siempre tranquila, se para y entreabre los labios como si fuera a decir o gritar algo pero calla, me mira otra vez con cara compasiva y parece que fuera a volver a subir al tren. Pero, al fin, se da media vuelta y se aleja.

El tren sigue su trayecto. Cierro los ojos y suspiro… Sueño lo que no fue, sospecho que he faltado a la cita con el destino y cuento cuántos somos los que perdemos nuestra oportunidad. Tú, yo, miles… Ahora el tren se detiene de nuevo. Parada en seco.

1 comentario:

  1. Carlos, me pareció un relato interesante. Me gusta tu forma de escribir.Gracias.Un saludo MT

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