viernes, 16 de septiembre de 2011

EN BUSCA DE UN TÍTULO: Sobre el cuadro "Estudio para "Function-Curves Brown-Greenish" de George Vantongerloo.





En busca de un título de un cuadro abstracto:

Ayer asistí junto con mi hijo Santiago d'Ors Silva, futuro gran escritor con el curioso seudónimo de "Yago Vâsil" , a la inauguración de la temporada de exposiciones de la Galería Guillermo de Osma, de mi amigo Guillermo, uno de los más exquisitos "gourmets" de arte que conozco, con la estupenda muestra "Construyendo UTOPÍAS (de DE STIJL a la NEW BAUHAUS). Entre las magníficas obras de Willi Baumeister, Klee, Torres García, Moholy-Nagy, Brancusi, etc., nos detuvimos particularmente y, por azar, en la obra "Estudio para "Function-Curves Brown-Greenish" del belga Vantongerloo, perteneciente al movimiento artístico DE STIJL.

Se nos ocurrió la idea de un experimento literario-artístico que consistía en buscar un título para otorgárselo a esta obra en cuestión que se nos ocurriese y que (más o menos) se ajustase al cuadro; es decir, qué título le daríamos nosotros a la obra. He aquí una lista de algunos de los títulos propuestos y venidos a nuestra imaginación: Reflejos de un puente al atardecer; Sonrisas de verano; La sonrisa de un niño; Curvas de mujer; Párpados seductores; En busca del semicírculo; "Ondas"; En busca de la media naranja; Al saltar la comba; La juguetona cola del gato; Impresiones: soles de Oriente; Barquichuelas...

domingo, 11 de septiembre de 2011

LA LUZ DE UNA BODA MARAVILLOSA, celebrada el 9 de septiembre de 2011.






El pasado día 9 de septiembre de 2011 nuestra familia celebró la BODA de mi hermano Luis d’Ors con Isis Abellán, una bella y dulce mujer. La boda se celebró en el SANTUARIO DE LA VIRGEN DE LA FUENSANTA en Murcia, uno de los lugares más emblemáticos, bellos y luminosos para celebrar esta sagrada unión.
La BODA fue maravillosa y llena de esplendorosa LUZ. LUZ en el rostro feliz e ilusionado de los contrayentes. LUZ en el bellísimo vestido blanco, velo y larguísima cola de la novia y en el luminoso ramo de rosas blancas. LUZ en la soleada tarde murciana a los pies del santuario y en el dorado y florido interior barroco. LUZ y sonrisa permanente en los invitados de novia y novio. LUZ en el rostro emocionado del hermano sacerdote del novio, Pablo, que esperaba pacientemente en el altar la llegada de los novios. LUZ en las caras emocionadas de Esperanza, la madrina y José, el padrino. LUZ en el organista que esperaba impaciente la orden de tocar. LUZ en los rostros de los hermanos, Mauricio, Carlos, Alfonso y Juan que esperaban nerviosos para cantar el bellísimo villancico del siglo XV de Michael Praetorius “Es ist ein Ros entsprungen”. LUZ dulce en el rostro de una flor, Rosa, la madre de la novia. LUZ en la celestial homilía del sacerdote Pablo. LUZ y claridad en las voces de Ainhoa y Mónica que hicieron las lecturas y las preces. LUZ en el emocionado canto tembloroso de Carmen, la abuela de la novia, en la SALVE A LA VIRGEN DE LA FUENSANTA:
“Divina flor de las flores/ corona de las estrellas/ lucero claro y divino/ luna clara y siempre llena. Sois Virgen de la Fuensanta/ aquella rosa primera/ que subió a gozar del Cielo/ sentada a la mano diestra.
LUZ Sagrada en el “Sí QUIERO” de los novios. LUZ de Unión en el tembloroso y emocionado acto de colocar los anillos. LUZ en el casto beso de los novios recién casados. LUZ en los rostros alegres de los esposos al disponerse a salir de la Iglesia y recibir la luminosa lluvia de arroz.


LUZ en la explanada y escalinata del luminoso atardecer sobre la fachada del Santuario. LUZ y sonrisas en las poses para las fotos y videos de los familiares y amigos de los esposos. LUZ en el esplendoroso vestido largo verde-hierba satinado de mi esposa Virginia y en el luminoso rubio de su dorado pelo. LUZ en la media sonrisa de Olaya mientras mi hermano Alfonso la cogía con sabiduría en sus brazos.
LUZ de las velas en el ajardinado Restaurante Estudio en donde se celebró el cocktail-cena y el baile. Luz en las camareras que elegantemente de negro servían las luminosas y cristalinas copas y viandas. LUZ en el rostro iluminado y eternamente sonriente del acordeonista búlgaro Tosho, mientras iba de mesa en mesa tocando y cantando. LUZ en el brillo plateado del traje y corbata del novio, y el inmaculado blanco de la novia mientras bailaban un vals.

LUZ en las siluetas de los novios que se reflejaban en la acequia del jardín del restaurante. Y, en fin, Luz de la Luna que, casi llena, sonreía cómplice a los recién casados en la límpida noche murciana.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Las exposiciones antológicas de Antonio López y James Castle, ejemplos respectivos de un gran pintor y de un gran artista.

En este pasado mes de agosto hemos acudido a dos grandes exposiciones antológicas: las de Antonio López y James Castle, que, en mi opinión, nos ejemplifican respectivamente lo que supone ser un gran pintor profesional pero un mediocre artista, en el caso del primero, y un pintor casi aficionado pero, sin embargo, un gran artista, en el caso del segundo.

“Una obra nunca se acaba, sino que se llega al límite de las propias posibilidades.”
Con estas palabras el pintor Antonio López García resume su particular modo de acercamiento al objeto a pintar. Sus cuadros se desarrollan a lo largo de varios años, décadas en ocasiones, con una plasmación lenta, meditada, destilando con cada pincelada la naturaleza del objeto o paisaje a representar, hasta que el pintor cree haber logrado plasmar la esencia del mismo en el lienzo. El pintor busca entre la realidad que le rodea aquellos aspectos cotidianos, que él recoge con un tratamiento pleno de detallismo, rozando, en ocasiones, lo fotográfico. Sus preferencias van desde las vistas de Madrid hasta los retratos de sus familiares, pasando por los lugares y objetos más cotidianos y cercanos, con una atmósfera que pretende ser mágica y ensoñada.

A lo largo de la mayor parte de su carrera pictórica, Antonio López ha desarrollado una obra independiente, en medio de un panorama artístico estructurado en base al informalismo y la abstracción. Y siempre ha mostrado la labor paciente de un gran pintor de oficio pero de escaso relieve artístico. Su obra nos produce casi siempre la sensación de falsa autenticidad y de escasa emoción. Aunque conozco personalmente a Antonio López (que me parece una gran persona y un artista muy honesto), su obra no es en mi sentir ni mucho menos superior artísticamente a las mejores propuestas del realismo y del expresionismo figurativo español contemporáneo (Zarco, Villaseñor, Toral, Barjola, Úrculo, Ramón Gaya, Carmen Laffon, Isabel Quintanilla, Amalia Avia, Guillermo Pérez Villalta, Francisco y Julio López Hernández, etc.). Tampoco parece artísticamente superior a las obras más relevantes de las tendencias realistas europeas más recientes ni a las mejores propuestas del hiperrealismo americano.




Pasemos ahora a la obra de un gran artista, sordomudo y analfabeto: James Castle (1899-1977).
Nacido en el estado de Idaho, James Castle vivió al margen del mundo del arte: su producción artística, concentrada en dibujos sobre papeles de reciclar, cajas y cartones de tetrabrik con lápiz grafito y hollín, construcciones de cartulinas coloreadas adheridas con cuerdas, y libros realizados a mano no poseen título, ni fecha, ni indicación que revele cronología alguna. La incógnita que supone esta técnica heterodoxa y la alteración de las herramientas de clasificación artística, queda subrayada por el hecho de que nunca concedió ninguna entrevista ni realizó comentario alguno que aclarara su obra.
La gran producción artística de Castle fue conservada gracias a su cuidadosa y obsesiva perseverancia, lo cual no deja de resultar extraño en un artista que nunca demostró especial querencia por el mundo del arte profesional. Su reconocimiento se produjo ya en los noventa de la mano de nociones como arte marginal, las cuales potenciaban lo biográfico por encima de las cualidades propias de su obra. Su personalidad, su sordera y el hecho de que fuera prácticamente analfabeto fueron factores importantes que intervinieron en la atención que generó como “supuesto” artista salvaje-naïve de mediados del siglo XX. Sin embargo, su obra refleja un especial interés intelectual y conceptual y nos muestra las grandes posibilidades artísticas de la representación visual contemporánea: su tendencia hacia la esencialización y el diseño compositivo de sus sencillos y esquemáticos dibujos de paisajes e interiores rurales y de granja, o de sus caras, la mágica dimensión de sus objetos tan cotidianos, y foráneos al mismo tiempo (camisas, chaquetas, trajes, maniquíes, carretillas), el interés por representar figuras casi infantilmente robóticas y aves expresivamente ingenuas a base de collages de cartulinas unidas con cuerdas, el diseño de tipografías diversas así como de fragmentos arquitectónicos como si se trataran de proyecciones del organismo humano revelan unas personales cualidades artísticas alternativas a la representación formal de la segunda mitad del siglo XX.