domingo, 13 de noviembre de 2011

¿Pero quién demonios es... SARA MORANTE?





















SARA MORANTE (Torrelavega, Cantabria, 1976) es una de las más grandes ilustradoras en la actualidad. A pesar de dibujar desde pequeña, tal vez la consagración de su arte le haya llegado este año 2011 con sus 35 años de edad. Los cinco libros que ha ilustrado en estos últimos meses así lo atestiguan y son cinco obras maestras de la ilustración: La hija del cazador, de Pilar Adón (Ed. La Bella Varsovia), el Diccionario de literatura para snobs, de Fabrice Gaignault, (Editorial Impedimenta), el poemario Señal de Raúl Vacas Polo (Editorial Mundanalrüido), La flor roja de Vsevolod Garshin, (Ed. Nevsky Prospects), verdadera joya de la ilustración, y, por último, esa maravilla que son las ilustraciones para Los zapatos rojos, de Hans Christian Andersen (otra vez para la Editorial Impedimenta).
Sara Morante ha dibujado toda su vida y uno de los regalos que recuerda con más cariño fue a los cinco años, en una Nochebuena, una libreta de dibujo, lápices y una goma de borrar. Su madre solía contar que Sara de pequeña era perezosa y no quería aprender a leer porque decía que "mirando los dibujos ya le servía para entender la historia”. Con 10 años ilustraba hasta los deberes de matemáticas y sus comentarios de texto siempre llevaban portadas dibujadas por ella. Pero le costó decidirse y dedicarse profesionalmente a la ilustración (estuvo trabajando como administrativa durante 10 años), aunque siempre estuvo vinculada al arte, bien formándose o bien realizando proyectos personales. Finalmente fue un profesor suyo de litografía quien le inclinó y le descubrió su vocación.
El impulso de crear ilustraciones es para Sara una inquietud, una necesidad imperiosa de dar rienda suelta a su imaginación. Utiliza sólo dos colores: el rojo y el negro, y sus variantes de matiz. Eso se debe a su experiencia con la litografía y la necesidad de economizar las tintas, si bien la utilización sólo de estos dos colores le ayuda a concretar y esencializar, y le permite recrearse en texturas y otros ornamentos, dejando que el color rojo resalte aquellas partes que conviene destacar del resto. El rojo es para la artista el color perfecto; es el color de la sangre, allá donde esté la sangre: desde el rubor de unas mejillas, el rojo de unos labios, la sangre de una herida o el rojo del corazón en el sentimiento. Aunque dice admirar a artistas como Toulouse-Lautrec o Egon Schiele, sus fuentes inspiradoras pertenecen, según la propia ilustradora, más a un amplio espectro de imágenes de artistas e ilustradores “anónimos” de grabados o aguadas sobre seda japoneses, en los retablos medievales, en los códices árabes, en los carteles modernistas, de tikets de guardarropías o zapateros, de postales, en etiquetas de café antiguas, en vitolas de puros… .
Las ilustraciones de Sara Morante representan una manera trascendente de mirar al mundo y mirar las historias que ilustra, de ver lo que sucede en las historias de los libros como ella las ve y le gustaría que las vieran los demás, recreándolas con su estilo personal e inconfundible y extendiendo con estas ilustraciones el placer de una lectura más allá del libro, metamorfoseando y metaforizando las imágenes que representan estos dibujos. En sus ilustraciones se vislumbra cierto componente de inquietud en lo que pasa o se representa, de extraña pesadilla casi onírica que dotan a sus ilustraciones de un aire surrealista evocando a Delvaux, a Magritte o a Frida Kahlo, e incluso a Ops, aunque en su ingenuidad nos hagan pensar lejanamente en Rosseau, “el Aduanero”.


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